Los personajes del Quijote

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Los personajes del Quijote son uno de los elementos de la novela que más llaman la atención. Gran parte de su fama, de su proyección en el tiempo y de su éxito de público se debe a la profundidad de sus personajes.

Un crítico, Dámaso Alonso, dijo que «en el Quijote las almas se desnudan hablando». Y es que el diálogo en el Quijote, además de hacer avanzar la acción, es el elemento que determina la evolución de los personajes. Por ello es en el diálogo entre los personajes donde se encuentra el fundamento de la narración.

Uno de los grandes valores de la novela de Cervantes es la creación de la pareja protagonista. Los protagonistas, don Quijote y Sancho, son dos figuras distintas y complementarias, que llegan a hacerse amigos gracias al diálogo. Juntos recorren los caminos y se influyen mutuamente: sus caracteres se van modificando por el hablar y el hacer de cada uno. Sus relaciones cambian: de la autoridad de don Quijote y la obediencia de Sancho, a la crítica y el enfrentamiento; pero los unen, como en la vida, la amistad y la lealtad.

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Don Quijote

El personaje es descrito como alto y delgado, viejo, colérico, culto y gran lector, soltero, solitario, valiente e impulsivo. Hidalgo rural y pobre, su locura lo lleva a convertirse en caballero.

El tema de la locura es central en la obra, ya que constituye la base del conflicto permanente entre el héroe y la realidad que se le presenta. Quiere y cree ser caballero andante, pero sabe que finge (“Yo sé quién soy”, dirá). La locura de don Quijote está limitada al mundo de lo caballeresco; en los momentos en que no aparece este tema, el protagonista es admirablemente cuerdo, generoso, culto, tolerante y mesurado, como reconocen muchos de los que le tratan. En este sentido, se podría decir que don Quijote vive en cuatro “mundos” que aparecen relacionados por la estructura novelesca paródica:

– Un mundo voluntario: al volverse loco, el hidalgo rompe con una personalidad a la que le condenaban las circunstancias, su tiempo y su espacio. Por medio de la locura, se escapa de su realidad cotidiana. Ahora puede buscar una nueva personalidad, a través de la imitación de los modelos que admira, de ahí el nuevo nombre, que significa para él una nueva identidad y una nueva vida.

– Un mundo transformado: el mundo voluntario de don Quijote hace que este transforme la realidad que le rodea: ve gigantes donde hay molinos, ejércitos donde hay rebaños, etc. Su formidable voluntarismo se mantiene firme hasta la segunda parte, pero entra en decadencia a partir de su descenso a la cueva de Montesinos, se expresa en la afirmación de su desfallecimiento al final de la aventura del barco encantado y acaba en completa bancarrota espiritual cuando proponer a Sancho el innoble trato de creerle lo que este dice del vuelo en Clavileño a condición de que Sancho le crea a él lo de la cueva de Montesinos, derrumbamiento que se manifiesta también cuando se rebaja a preguntar por ello a la cabeza encantada, como también había hecho con el mono adivino.

– Un mundo fingido: una serie de personajes “siguen la corriente” a don Quijote, aparentan creer que el mundo transformado es el real. Unos lo hacen para reírse de él (el ventero, los condes…) otros para intentar curarlo (el bachiller Sansón Carrasco, el cura…).

– El mundo “real”, el objetivo, del que don Quijote huye a toda costa.

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 Sancho

Representa al hombre llano, con una enorme sabiduría popular, práctico y materialista. Es lo opuesto a su amo: bajo y barrigudo, prudente, analfabeto, casado y pacífico. Acepta servir a don Quijote por su simpleza y por la recompensa prometida de una ínsula. El personaje, síntesis del tonto de la tradición folclórica, del bobo del teatro y parodia del escudero de las narraciones caballerescas, se transforma durante la narración en un ser complejo, independiente, que duda y cree, miente y es engañado, ríe y llora, se muestra discreto y tonto; pero es siempre bueno y compasivo.

El escudero actúa de acuerdo con el sentido común y ve la realidad tal como es, y así se lo repite constantemente a su amo. Poco a poco va tomando cariño por don Quijote y se enorgullece de serle fiel. Su quijotización empieza a manifestarse ya en la primera parte: en su imitación de la fabla caballeresca, en su credulidad ante la ficción de la Micomicona y en su conducta en la batalla de su amo con los cueros de vino. Esta quijotización de Sacho se consuma en la segunda parte de la novela: es manifiesta en su actuación superior ante su mujer, con la cual adopta una conducta semejante a la de don Quijote con él; en su astuto encantamiento de Dulcinea, que después acaba creyendo él mismo ante la duquesa; en las invenciones que dice haber visto en el vuelo de Clavileño; en su actuación como gobernador de Barataria; en el lenguaje elevado que utiliza en alguna ocasión, e incluso en su empeño en alentar al mismo don Quijote —en el lecho de muerte— a que ambos se dediquen a la vida pastoril.

[Textos extraídos de la edición digital de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, realizada por la Biblioteca Nacional de España y el Ministerio de Cultura; la edición digital de Don Quijote de la Mancha, realizada por el Instituto Cervantes y dirigida por Francisco Rico; la edición de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, dirigida por Andrés Amorós para la editorial SM; la edición de Don Quijote de la Mancha, realizada por Ángel Basanta, para la editoria Anaya.]

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